E. Sabando, J. Saltos / Journal Business Science 2 (2021) 13 - 21
Facultad de Ciencias Administrativas. Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Manta, Ecuador.
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Emprendimiento sostenible
Los apartados anteriores aportan en gran medida para la comprensión del rol que asume el emprendedor en
la sociedad, y en el mismo sentido, la búsqueda de este por alternativas que le permitan desarrollar sus ideas
y cumplir sus objetivos, optimizando al máximo los recursos, para lo cual se apoya en la creatividad que lo
caracteriza al optar por estrategias de economía colaborativa, tal como lo es el coworking.
No existe emprendedor que asuma el riesgo considerando como una opción el fracaso; de modo que, el
emprendimiento parecería ser una alternativa que seduce a aquellos interesados en lograr hacer realidad sus
objetivos y que a su vez esta acción se traduzca en un negocio rentable por mucho tiempo y con proyección
a un crecimiento y desarrollo sostenible. “La sostenibilidad es un concepto que está orientado hacia el
presente y a largo plazo, así que la sostenibilidad está en conflicto con la sociedad cortoplacista y de
consumo rápido y políticas miopes” (Crals & Vereeck, 2005) citado por Rodríguez (2016). Partiendo,
entonces, de que todo emprendimiento debe ser sostenible, es relevante recordar que el término “sostenible”
se usó casi siempre para referirse a lo ambiental; más adelante se lo vincula al dinamismo empresarial para
promover el desarrollo y reducir la pobreza (Levinsohn, 2013).
A partir de ese cambio de paradigma, se originan emprendimientos que, en muchas ocasiones,
tienen suficiente potencial para convertirse en grandes negocios, pero que, en un principio, no cuentan con
los recursos para darse a conocer y promoverse. En su mayoría, los emprendedores solo cuentan con su
“gran idea” pero no alcanzan a generar el entusiasmo de un inversionista; ello ocasiona que “con
posterioridad a la elección de una iniciativa, algunos individuos presentan una disonancia, dudan de su
decisión cuando ésta es financieramente importante, cuando se ha prescindido de una serie de alternativas
y cuando las opciones eliminadas se muestran bastante favorables” (Moreno, 2016).
Tal como lo afirma Huarte-Mendicoa (2014) “emprender siempre es complicado y más si es la
primera vez que lo realizas y tienes poca experiencia laboral (…) no solo por todos los temas teóricos a
tener en cuenta; finanzas, operaciones, competencia, legalismos, sino porque el entorno no suele
acompañar”. Múltiples circunstancias que se presentan al poner en marcha un emprendimiento, y que se
pueden convertir en grandes limitaciones para el desarrollo de la actividad emprendedora, deberían tener
una solución rápida. Así, por ejemplo, la búsqueda del espacio u oficina con el ambiente adecuado para
cautivar al cliente, la conectividad para hacer crecer el negocio, así como otros “detalles” que son de
relevancia, implican altos costos y esfuerzo, además de riesgo, que solo se puede minimizar con un
adecuado estudio de mercado, que arroje información precisa sobre la ubicación geográfica del negocio,
por ejemplo; pero, a más precisión, más inversión.
Por otra parte, la dinámica globalizada de los mercados a nivel mundial difícilmente permite el
crecimiento individual de los emprendimientos al mismo ritmo; por lo que la tendencia es la búsqueda de
alternativas que puedan acercar esos emprendimientos a las empresas ya posicionadas. En este sentido,
muchos emprendedores ya han tenido que vivir la amarga experiencia de ver derrumbar sus sueños por la
falta de recursos físicos, tecnológicos o financieros; pero de esa experiencia, algunos de ellos han puesto
en práctica su creatividad para generar nuevas ideas que impulsen la actividad emprendedora. Según
Rajadell (2019, p.41) “toda actividad humana comienza con una idea, y la creación de una empresa no es
ninguna excepción”.
De este modo, la ejecución de un emprendimiento se traduce en un permanente desafío, no solo
frente a las situaciones que presenta el entorno, sino también respecto a la manera que tiene el individuo de
asumir los riesgos. Según Sastre (2013), “en todos los casos parece encontrarse un denominador común
que es la variedad de oportunidades que se abren para las personas y, simultáneamente, la sensación de
soledad y el individualismo en el contexto de las grandes urbes”. Dado que, los emprendedores se
caracterizan por su capacidad creativa, buscan alternativas que les permita fusionar sus conocimientos,
propuestas, ideas de negocio; y, ¿por qué no? sus incertidumbres y temores, con otros que enfrentan
situaciones similares, para convertir debilidades en fortalezas y proyectar hacia el éxito los objetivos
particulares de sus emprendimientos, apoyándose en una comunidad con los mismos intereses.
Una situación difícil compartida, motiva la búsqueda de ideas de solución compartidas. Al
identificar como problema común, la falta de sostenibilidad de los emprendimientos por la ausencia de
alternativas facilitadoras, se produce un fenómeno creativo para beneficio de los emprendedores en
conjunto; esto es, compartir todo lo que sea posible; pues, a primera vista, los resultados podrían ser
positivos para todos los involucrados que tienen el único deseo de expandir sus negocios, y que para ello
están dispuestos a participar en actividades comunes y de ese modo minimizar riesgos y proyectar el
crecimiento de su negocio en menos tiempo, apalancando las necesidades básicas del proyecto en los
recursos compartidos, en otras palabras, apoyándose unos a otros.